Trucos sencillos para devolver el brillo a tus cubiertos de acero inoxidable

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Cuando el acero inoxidable pierde su brillo

Con el tiempo, incluso los cubiertos de acero inoxidable de buena calidad pueden perder su resplandor. Las manchas de agua, la grasa y la película opaca se acumulan, sobre todo en los pequeños espacios entre los dientes de los tenedores. La buena noticia es que no hace falta recurrir a productos especiales: la solución está en la cocina.

Método 1: Hervir en una solución de bicarbonato y limón

Este método es ideal para cubiertos antiguos o con suciedad persistente. Llena una olla grande con tres litros de agua y añade dos cucharadas de bicarbonato de sodio, una cucharada de ácido cítrico y un pequeño chorro de detergente, solo lo suficiente para formar una ligera espuma.

Coloca los cubiertos en la mezcla y llévala a ebullición. Cuando comience a hervir, reduce el fuego y deja que repose durante 10 a 15 minutos. Luego, enjuaga los utensilios con agua fría.

Si queda algo de residuo en las zonas difíciles de alcanzar, puede eliminarse fácilmente con un bastoncillo de algodón. Tras este tratamiento, las cucharas y los tenedores recuperan su color claro y un brillo renovado.

Método 2: Solución rápida para un brillo suave

Si los cubiertos no necesitan una limpieza profunda, existe una alternativa más simple. Mezcla dos cucharadas de bicarbonato de sodio y una cucharadita de vinagre en dos litros de agua caliente. Deja los cubiertos en remojo durante unas horas.

Después, solo hay que enjuagarlos y, si es necesario, frotarlos ligeramente con un poco más de bicarbonato. Es una forma rápida y sencilla de devolverles su brillo natural.

Para el toque final

Para obtener un acabado brillante, el vinagre blanco al 9 % es un gran aliado. Humedece un algodón con él y limpia cada pieza, o mezcla dos cucharadas de vinagre en tres litros de agua para enjuagar los cubiertos.

Este último paso deja el acero inoxidable reluciente y bien cuidado, casi como recién comprado.

La simplicidad que da resultados

Ninguno de estos métodos requiere ingredientes raros ni procesos complicados. Sin embargo, los resultados son evidentes: los cubiertos recuperan su brillo original y la cocina se ve más ordenada, luminosa y acogedora.