Cómo limpiar la grifería y el baño con remedios caseros eficaces
Descubre cómo limpiar la grifería y el baño con remedios caseros sencillos. Elimina cal, óxido y manchas cuidando esmalte, acrílico y cromo.

© E. Vartanyan
El mantenimiento de la fontanería doméstica exige constancia, sobre todo cuando el agua contiene una alta concentración de minerales. La acumulación de cal, manchas de óxido y otros restos no solo afean las superficies, sino que a la larga pueden deteriorarlas. Por eso, la elección de los productos de limpieza resulta clave: deben ser eficaces, pero al mismo tiempo respetuosos con materiales como esmalte, acrílico o cromo.
Soluciones caseras al alcance de todos
Para muchos problemas, no hace falta recurrir a químicos agresivos. La propia despensa ofrece alternativas eficaces. Un ejemplo es el ácido cítrico: basta con disolver un par de cucharadas en agua tibia, aplicar la mezcla sobre la zona afectada y dejar actuar unos minutos antes de enjuagar. Este método ayuda a eliminar la cal y las manchas ligeras de óxido.
El vinagre también se convierte en un aliado frente a la suciedad persistente. Se aplica directamente en los puntos críticos, se deja reposar varias horas —idealmente durante la noche— y al día siguiente se retira con una esponja suave. Su eficacia destaca en inodoros y grifos, donde la cal se acumula con más rapidez.
Cuando se busca una limpieza delicada, el bicarbonato es una buena opción. Mezclado con agua hasta formar una pasta densa, se coloca sobre la superficie y se deja media hora antes de retirarlo con cuidado. Es perfecto para fregaderos y bañeras esmaltadas. Y si no se dispone de nada más, incluso la pasta dental puede servir: limpia con suavidad y sin rayar, lo que la hace útil para cromados y piezas pequeñas como duchas o llaves de agua.
Adaptarse a cada superficie
El secreto para alargar la vida de la grifería y los sanitarios está en conocer la naturaleza de cada material. Las bañeras de acrílico, por ejemplo, son sensibles a los abrasivos y conviene tratarlas solo con geles o pastas suaves aplicadas con esponjas blandas.
En el caso del cromo, lo mejor es evitar cepillos metálicos y polvos ásperos, ya que opacan el brillo con facilidad. Una mezcla ligera de vinagre o un limpiador para vidrio suele ser suficiente. Las superficies esmaltadas, por su parte, también requieren delicadeza: los cepillos duros y los polvos abrasivos pueden provocar arañazos y asperezas. Lo recomendable son cremas y geles sin partículas gruesas.
Prevenir siempre es más fácil
La limpieza frecuente es la mejor aliada. Una rutina semanal impide que la cal y el óxido se adhieran en exceso. Además, reparar a tiempo las pequeñas fugas ayuda a evitar manchas y depósitos de cal provocados por el goteo constante.
Otra medida útil es instalar filtros de agua, que reducen la concentración de minerales. No eliminan la necesidad de limpiar, pero sí espacian las sesiones y las hacen menos laboriosas.
Qué evitar para no dañar
No todos los productos de limpieza son seguros. El uso de cloro, ácidos fuertes como el sulfúrico o el clorhídrico resulta perjudicial: desgastan no solo la suciedad, sino también el recubrimiento de las superficies.
Tampoco convienen los cepillos metálicos ni las esponjas abrasivas, ya que incluso los materiales más resistentes terminan perdiendo su aspecto original. Lo mismo ocurre con los detergentes en polvo: se enjuagan mal y dejan marcas o daños en el esmalte.
En definitiva, la limpieza del baño y la cocina no debería verse como una batalla contra la suciedad, sino como un cuidado constante de las superficies. Con productos sencillos, gestos regulares y atención al tipo de material, la grifería y los sanitarios pueden conservarse impecables durante años.