Cómo limpiar el suelo de forma natural y sin químicos

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Mantener el suelo impecable no es tan sencillo como parece. El agua por sí sola no basta, y aunque los productos de limpieza comerciales ofrecen resultados inmediatos, también suelen traer efectos no deseados. Con el tiempo, pueden opacar el brillo de las superficies e incluso deteriorarlas.

Es aquí donde los métodos caseros ganan terreno. Más allá del ahorro económico, representan una alternativa más amable con la salud. Un ejemplo claro es el jabón de lavar: combinado con vinagre, se convierte en un limpiador sorprendentemente eficaz. A diferencia de los detergentes industriales, esta mezcla no deja rastros de fragancias artificiales en el ambiente.

Ahora bien, no todo lo que se encuentra en la cocina o el baño es adecuado para el suelo. El agua muy caliente puede deformar materiales como el laminado o el linóleo. El bicarbonato, por su parte, reseca las superficies y favorece la aparición de grietas. Y tanto los detergentes en polvo como los productos con cloro conviene mantenerlos lejos.

La sal, sin embargo, puede convertirse en un recurso secreto. Al mezclarla con glicerina y agua tibia, se logra una limpieza duradera y una sensación de frescura. La preparación no tiene complicaciones: basta con añadir dos o tres cucharadas de sal por balde de agua tibia, y una de glicerina si se busca intensificar el efecto.

Para manchas difíciles, el jabón de lavar rallado es muy eficaz. Una sola cucharada disuelta en agua caliente suele ser suficiente. Y si el problema no es la suciedad, sino el mal olor, el vinagre blanco al 9 % resulta un buen aliado. Con solo 150 mililitros por balde de agua y unas gotas de aceite esencial, se refresca tanto el piso como el aire.

Recurrir a estas soluciones sencillas no solo evita los riesgos ocultos de los productos químicos, sino que también devuelve al hogar una sensación de bienestar auténtico.