Cómo limpiar azulejos con bicarbonato y vinagre paso a paso

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Con los estantes llenos de limpiadores potentes, muchos siguen confiando en los remedios de siempre. Y pocas superficies agradecen más ese instinto que los azulejos de cocina y baño, eternos focos de manchas. ¿Para qué soportar vapores punzantes o pagar fórmulas rebuscadas si el bicarbonato y el vinagre hacen el trabajo?

El procedimiento no tiene misterio. Primero, mezcla bicarbonato de sodio con agua hasta lograr una pasta espesa. Extiéndela sobre las baldosas y déjala actuar entre 10 y 15 minutos. En ese lapso, el bicarbonato se ocupa de la grasa y la suciedad incrustada, desprendiéndolas con una acción suave pero persistente.

Después llega la parte más gratificante: enjuaga los restos con agua fría. Para un acabado pulido, prepara en un recipiente aparte una solución de agua con vinagre —aproximadamente 2–3 cucharadas por cada 2 litros— y pasa un paño por la superficie. Esta mezcla neutraliza la alcalinidad residual, elimina olores y devuelve el brillo al azulejo.

Si el frente de la cocina o la zona junto a la placa está especialmente castigada, solo hace falta más tiempo. Deja la pasta de bicarbonato hasta 30 minutos. También puedes reforzar la solución de vinagre hasta 5 cucharadas por los mismos 2 litros de agua. Las proporciones se ajustan según la resistencia de la suciedad.

Hay un extra sencillo: añade un par de gotas de aceite esencial de limón o naranja a la solución de vinagre. Además de realzar el brillo, dejará un aroma ligero y fresco, limpio sin resultar invasivo.

Y si el vinagre no es una opción, el jugo de limón cumple la misma función. Su acidez natural combate la mugre con eficacia y aporta un discreto matiz frutal.

Con unos pocos ingredientes y un poco de paciencia, los azulejos recuperan su buena cara. Los métodos naturales recuerdan que la limpieza puede ser a la vez efectiva y segura.