Calderos, leyendas y ciencia en el Valle de la Muerte de Yakutia
Descubre el misterio del Valle de la Muerte de Yakutia: relatos de calderos metálicos y lagos circulares frente a causas terrenales: gas y permafrost.
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El Valle de la Muerte de Yakutia sigue siendo uno de los enigmas más comentados de Siberia. A diferencia de su homónimo estadounidense, aquí no hay calor abrasador ni desierto. Mandan la taiga profunda, el curso del Vilyuy y, de cuando en cuando, algún campamento de cazadores. Aun así, este paraje apartado suscita preguntas desde hace décadas: de dónde salieron los misteriosos calderos y por qué la zona se ganó un nombre tan sombrío.
Donde un caldero permanece con árboles creciendo dentro
Los relatos orales de los cazadores sentaron las bases de unas leyendas que fueron ganando detalles con el tiempo. La mayoría coincide en un punto: en las cabeceras del Vilyuy yacen enormes pilas metálicas, semienterradas. Los lugareños aseguran que son lo bastante grandes como para entrar en ellas e incluso usarlas de refugio contra el frío; se dice que dentro la temperatura no cae por debajo de cero.
Los investigadores toparon con las primeras menciones en documentos del siglo XIX. El naturalista ruso Richard Maak habló de un caldero gigante junto al afluente Algiy timirnit. Nadie midió su tamaño: solo se veía el borde, aunque los cazadores sostenían que en su interior crecían árboles. En rigor, no es verificable: Maak no estuvo allí y se basó en testimonios locales. Con todo, esas historias terminaron por sostener la leyenda.
Enfermedad, miedo y las primeras teorías
Según la tradición, los cazadores que descendían a alguno de los calderos se sentían indispuestos. Quienes entraban una vez sufrían malestar, y quienes pasaban allí varias noches morían de males inexplicables. Así cuajó el nombre: Елюю Чёркёчюёк, que se traduce como valle de la muerte.
La carta de Mijaíl Koretski: el relato más detallado
El mayor revuelo llegó con una carta de Mijaíl Koretski, publicada en Trud en 1996. Koretski afirmaba haber visto siete calderos en las décadas de 1930–1940 y señalaba varios rasgos llamativos:
- diámetro de 6–9 metros;
- metal diferente del cobre y resistente a las herramientas;
- una superficie cubierta por algo parecido a papel de lija;
- vegetación inusual alrededor: bardanas gigantes, hierba alta, troncos muy gruesos.
Koretski y sus compañeros llegaron a entrar en ellos; después, uno de los hombres perdió todo el pelo. El propio autor sufrió llagas en la cabeza. También dijo haber hallado una piedra negra de forma perfecta que cortaba el vidrio con facilidad. Un relato potente que, por su propia naturaleza, invita a la cautela.
Dos lagos redondos y túmulos extraños
Tras la publicación, a la redacción llegaron muchos relatos similares. El mapa de presuntos hallazgos se ensanchó, y también la confusión. Ya en el siglo XXI, algunos entusiastas organizaron sus propias expediciones. No encontraron calderos, pero se toparon una y otra vez con dos pistas llamativas:
- lagos redondos cuya forma remitía a cráteres;
- túmulos de tierra muy regulares, como vertidos desde un cubo gigante.
Cerca de los lagos, la aguja de la brújula se comportaba de forma errática, un detalle suficiente para que la intriga no decaiga.
Explicaciones científicas: gas, permafrost y geología
Los especialistas ponen el relato en tierra firme. El Comité Estatal de Geología de Yakutia señala que la zona es rica en emanaciones de gas. La inhalación de metano puede provocar alucinaciones y un empeoramiento súbito del estado de salud. En cuanto a los lagos circulares y los túmulos, la mayoría de los investigadores los interpreta como manifestaciones de procesos criogénicos:
- los montículos de empuje se forman cuando el agua de deshielo levanta sedimentos sueltos;
- al hundirse el montículo, aparece un lago de termokarst.
Estos lagos suelen dibujar contornos casi perfectamente circulares. Una explicación que encaja con lo observado sin recurrir a lo extraordinario.
¿Y los calderos?
Los historiadores sugieren que la imagen de un cuenco de cobre podría remontarse a hallazgos antiguos de vasijas de bronce. En Siberia vivieron tribus vinculadas a los escitas, que poseían enormes calderos mencionados por Heródoto. Tal vez los primeros cazadores llegaron a ver uno de esos recipientes y, a partir de esa sola visión, la leyenda creció. Una hipótesis plausible que explica el símbolo sin forzar la realidad.
Un lugar donde los mitos sobreviven a la gente
Los cuentos sobre criaturas negras de un solo ojo, hombres de hierro, metal misterioso y hierbas extrañas siguen circulando en conversaciones y artículos. Sin embargo, a medida que la taiga se estudia mejor, aparecen respuestas más terrenales allí donde antes mandaba el misticismo. Aun así, el Valle de la Muerte continúa siendo un lugar donde el relato tradicional puede sonar más persuasivo que las pruebas; quizá por eso la historia vuelve una y otra vez.