09:52 02-12-2025

Cuevas de Sablino: mundo subterráneo, leyendas y guía

Descubre las cuevas de Sablino cerca de San Petersburgo: historia, rutas, leyendas, precios y normas de visita, y cómo llegar en coche, tren o bus, y horarios.

Las cuevas de Sablino figuran entre los parajes más singulares de la óblast de Leningrado. A apenas cuarenta kilómetros de San Petersburgo se abre un auténtico mundo subterráneo: corredores largos, salas espaciosas, pasos bajos y angostos, y galerías que, sin esfuerzo, hacen que uno se meta en la piel de un héroe de aventuras.

Cómo surgió el laberinto subterráneo

La historia arranca en el siglo XVIII, cuando en las cercanías de Tosno se extraía activamente arena de cuarzo para la producción de vidrio. El yacimiento resultó muy cómodo: la roca era blanda y accesible, y las labores se expandían a lo ancho y en profundidad. Así aparecieron los primeros corredores artificiales. A comienzos del XIX, la extracción cesó y la naturaleza volvió a tomar las riendas. El agua subterránea empezó a remodelar los vacíos: unos pasadizos se inundaron, otros colapsaron, y surgieron nuevas conexiones, pequeños lagos subterráneos y hilos de agua.

Con los años, las cuevas ofrecieron refugio a quienes necesitaban ocultarse, desde fugitivos hasta revolucionarios. Durante la Segunda Guerra Mundial, civiles se resguardaron aquí y en la zona operaron grupos partisanos. En la década de 1980, los túneles vivieron un capítulo tan curioso como intenso: familias y solitarios “habitantes de cueva” se instalaron bajo tierra y formaron una comuna que, según se contaba, llegó a reunir hasta trescientas personas.

Qué espera en el interior

Las cuevas de Sablino arrancan en un llamativo cañón tallado por el río Tosna. Las bocas se abren en los taludes escarpados y llevan a grandes cámaras y estrechos pasos de enlace.

La más conocida es la cueva de la ‘Orilla Izquierda’. Parte de sus galerías está acondicionada, cuenta con electricidad, una capilla y salas que se usan para conciertos. En el recorrido es posible ver murciélagos, fósiles antiguos y el célebre ‘paso del ratón’, un estrechamiento que solo se supera tumbado. La combinación de lo natural y lo construido hace que el trayecto tenga un punto hipnótico.

La cueva de ‘Tres Ojos’ es más pequeña, pero igual de sugerente. Se entra únicamente arrastrándose, por una de sus tres aberturas; de ahí su nombre.

Para quienes buscan un itinerario largo está ‘Perla’: un auténtico poblado subterráneo con unos cinco kilómetros de pasadizos enmarañados y salas de nombres elocuentes, como ‘Sirena’, ‘Metro’ y ‘Sala de las Columnas’.

Leyendas que ponen la piel de gallina

Las cuevas de Sablino tienen sus propios “habitantes” en el folclore local. La más famosa es la abuela Matvéyevna: según la historia, cayó desde su bodega al inframundo y se quedó allí. Visitantes dicen haber visto a una anciana ofreciendo zanahorias, y los habituales aseguran que no conviene aceptar el obsequio.

Otra narración habla del Espeleólogo Blanco, que, se dice, reposa en la cueva de los ‘Pantalones’. Sobre su tumba improvisada yacen cigarrillos, cerillas y monedas. Tocar esos objetos está tajantemente desaconsejado: se advierte de que trae mala suerte.

Cómo visitarlas y qué saber

Las cuevas forman parte de un monumento natural protegido. Las visitas se realizan con reserva previa, y las entradas cuestan entre 500 y 1.000 rublos.

Las normas son estrictas para todos:

Cómo llegar

Las cuevas de Sablino se encuentran cerca de Uliánovka.

En coche: tome la autopista Moskovskoye hasta el desvío al pueblo y luego siga en dirección a Nikolskoye. La taquilla del complejo natural está junto al puente.

En tren de cercanías: salida desde la estación Moskovski hasta Sablino. Desde allí, continúe en autobús o minibús hasta la entrada del complejo.

En autobús: varios servicios parten de la estación de metro Zvezdnaya a lo largo del día. Desde la parada, un corto paseo lleva a las cuevas.

Un mundo subterráneo junto a la ciudad

Las cuevas de Sablino combinan historia, belleza natural y un punto de inquietud. Es fácil perder la noción del tiempo y asumirse explorador, avanzando cada vez más por los corredores oscuros. Esa sensación —tan rara a un paso de la ciudad— es precisamente la que hace que muchos vuelvan una y otra vez.