02:51 27-11-2025

Mitos educativos desmontados: pirámide, estilos y 8 segundos

Análisis crítico de la pirámide de Dale, los estilos de aprendizaje y el mito de la atención de 8 segundos. Pruebas y por qué estos mitos persisten hoy.

En educación, RR. HH. y formación corporativa siguen circulando varias ideas llamativas, a menudo presentadas como verdades asentadas. Entre ellas están la pirámide de Dale, la teoría de los estilos de aprendizaje y la afirmación de que una persona solo puede concentrarse durante ocho segundos. Pese a críticas y estudios, estas nociones se mantienen. Revisar las fuentes originales y observar cómo la cultura de masas difunde el conocimiento ayuda a entender por qué.

La pirámide de Dale: qué pasó con los porcentajes de retención

En la versión popular de la pirámide se afirma que las personas retienen porcentajes fijos de información según el formato: menos con la lectura y las clases magistrales, más con la discusión, la práctica y al enseñar a otros. El esquema suele atribuirse a Edgar Dale o al NTL Institute.

Cuando investigadores intentaron localizar el estudio original que sustentara esos porcentajes, no apareció ningún dato. NTL no pudo aportar metodología ni mediciones, y Dale nunca escribió sobre porcentajes concretos. Lo que propuso fue un Cono de Experiencia, un modelo descriptivo de cómo interactuamos con la información, no un cuadro de estadísticas cuantitativas.

Aun así, el gráfico de porcentajes se propaga con facilidad. Aparece en presentaciones, manuales y capacitaciones corporativas. Su atractivo es evidente: simplicidad visual, jerarquía ordenada y un mensaje que confirma la intuición de que lo activo supera a lo pasivo. Precisamente porque luce impecable, pocos se detienen a ponerlo en duda.

Estilos de aprendizaje: por qué la idea suena verosímil

La teoría de los estilos de aprendizaje sostiene que las personas tienen canales de percepción estables —visual, auditivo, kinestésico y otros— y que ajustar la enseñanza al estilo de cada individuo debería mejorar los resultados.

Las revisiones sistemáticas no encuentran evidencia que lo respalde. Para probar la idea de forma adecuada, los estudios necesitan un diseño riguroso con asignación aleatoria a métodos y una prueba explícita de la interacción entre estilo y método. La mayoría de los trabajos que parecen avalar la teoría no alcanzan ese estándar. Además, los propios cuestionarios de estilo suelen resultar poco fiables.

Aun así, la idea persiste. En parte por su encanto psicológico: promete un camino a medida para cada estudiante. También porque la gente reconoce preferencias —apego a diagramas, a textos o a tareas prácticas— y las confunde con métodos que realmente impulsan el aprendizaje. Y la teoría se difunde masivamente a través de cursos, formaciones y libros de divulgación, donde los detalles metodológicos estrictos rara vez aparecen, así que termina pareciendo sentido común.

La supuesta atención de ocho segundos: de dónde salió la cifra

La afirmación de que la persona promedio solo puede sostener la atención durante ocho segundos suele ir acompañada de la comparación con un pez dorado, al que se atribuyen nueve. La frase se expandió a través de materiales que remitían a un informe de Microsoft sobre el impacto del entorno digital.

Los intentos por encontrar datos científicos que respalden esa cifra no han dado resultados. Los informes se apoyaban en insumos de marketing sin metodología transparente. Investigadores de la atención señalan que la concentración depende de la tarea, la motivación y el contexto, y no puede reducirse a una constante única. Tampoco hay evidencia de esos nueve segundos en peces.

Pese a lo endeble de su base, el mito llegó a todas partes. Es cómodo para el periodismo y las presentaciones; el contraste entre humanos y un pez dorado es vívido y se pega a la memoria. Además, conecta con las inquietudes sobre la tecnología digital, lo que facilita su permanencia.

Por qué estos mitos prenden con tanta facilidad

Estas tres ideas comparten rasgos que ayudan a explicar su resistencia.

Simplicidad y nitidez. Gráficos, números y afirmaciones contundentes se recuerdan fácil y se difunden rápido.

Superposición parcial con la realidad. Los métodos activos pueden ofrecer buenos resultados. La gente sí tiene preferencias. El entorno digital influye en la atención. Los mitos se aferran a fenómenos reales, pero los presentan de forma excesivamente simplificada.

Prueba social. Cuando una idea aparece en manuales, diapositivas y formaciones, empieza a sentirse como parte del repertorio profesional.

Interés comercial. Muchos productos de aprendizaje se apoyan en conceptos atractivos que no siempre son precisos.

Brecha entre la investigación y la práctica cotidiana. Docentes y profesionales del aprendizaje rara vez consultan fuentes primarias y dependen más bien de relatos populares.

Qué conviene retener

Los mitos educativos sobreviven no porque la gente ignore a propósito los hechos, sino porque los modelos sencillos resultan prácticos, mientras que las explicaciones que de verdad exigen evidencia suelen verse más complejas. Así es como las mismas ideas saltan de libro en libro y de diapositiva en diapositiva.

Mirar estas esquemas con cuidado no implica abandonar el aprendizaje activo ni la atención individual a los estudiantes. La clave es separar la investigación real de las afirmaciones seductoras pero no probadas. Eso permite construir prácticas educativas apoyadas en evidencia, no solo en nociones populares. Y, aunque cueste renunciar a la comodidad de los atajos, ese filtro crítico ahorra errores que luego se vuelven difíciles de deshacer.